La OMS establece que salud «no es sólo la mera ausencia de enfermedad» sino que es un «estado de completo bienestar físico, mental y social», esto es especialmente relevante en personas mayores, en quienes estos distintos componentes están más frecuentemente amenazados. A esto se agrega el factor que el envejecimiento es un proceso extremadamente heterogéneo, donde la edad por sí sola es un mal indicador del estado de salud. Hay personas de 70 años con una edad celular y metabólica parecida a un adulto de 50 años, y hay otras personas de 40 años que, a nivel celular y metabólico, parece de una edad más avanzada.

Existen muy diversas formas de definir el envejecimiento saludable, sin embargo, han alcanzado consenso aquellas definiciones que incluyen: baja carga de comorbilidad, alta interacción con el medio, buena funcionalidad y autonomía. Por ello, según cuál sea el estado de salud global y el grado de independencia de la persona, existen adultos mayores “de élite” y adultos mayores “frágiles”.

Las alteraciones sensoriales en el sentido del gusto y del olor, la discapacidad funcional y el aislamiento social que acompañan al envejecimiento, predisponen a hábitos alimenticios inapropiados y/o a desequilibrios entre el aporte de nutrientes y las necesidades del individuo. Ello comporta una serie de consecuencias como la pérdida de peso, alteraciones del sistema inmunitario, agravamiento de la enfermedad de base, mayores estancias y reingresos hospitalarios y una peor calidad de vida. Es lo que llamamos un adulto mayor frágil, en el que el aporte adecuado de micronutrientes básicos es primordial.

Meydani M. Nutrition interventions in aging and age-associated disease. Ann N Y Acad Sci. 2001 Apr;928:226-35. Review. PubMed PMID: 11795514.